Nuevamente muy agradecida a
Pamela y a Gerrit por su sagrado servicio de traer a esta humanidad la
sabiduría y el amor de Jeshua; aquel ser maravilloso conocido como Jesús, quien
en otra época caminó entre nosotros como un ser humano de carne y hueso dejando
una enorme y eterna huella de luz sobre nuestra tierra, sobre nuestra historia
y sobre nuestras almas. También agradezco a ellos el generoso gesto de
brindarme la posibilidad de expresarme de esta manera en la introducción de
esta segunda Serie de mensajes de Jeshua titulada ‘Sanación’, y cuyo precioso
contenido he traducido al español con mucho amor y regocijo.
Todos los mensajes de Jeshua
compilados en este libro han sido canalizados por Pamela Kribbe ante audiencias
en vivo, luego de que su esposo Gerrit Gielen realizara una meditación
introductoria.
Sé que muchos recorrerán cada una
de las palabras que conforman estos mensajes con total reconocimiento de la
verdad que hay detrás de ellas, con absoluta consciencia de los maravillosos
acontecimientos que están actualmente ocurriendo en este momento trascendente
de nuestra historia, y por ende con total conocimiento del fenómeno de
canalización. Pero también sé que habrá otros que tal vez lleguen a estas
páginas con una mente crítica y dubitativa en cuanto a la veracidad de su
contenido, o incluso simplemente escéptica en cuanto a la posibilidad de que
sea real este fenómeno de canalización de energías; fenómeno por el cual, a
través de la conexión que logran ciertas personas con seres de otras
dimensiones, y en una expresión mutua de energías, están saliendo a la luz
muchas cuestiones existenciales aún desconocidas por nuestra humanidad,
cambiando con esto completamente nuestra consciencia y nuestra realidad.
A los primeros los invito a
disfrutar de este extraordinario acercamiento hacia nuestro amigo y hermano
Jeshua, y a sumergirse en su amorosa y sabia energía que los irá despertando e
iluminando aún más a medida que se adentren en ella. Y a los últimos, con la
propia experiencia de haber rechazado durante muchos años todos los argumentos
místicos y metafísicos, les advierto que, si su consciencia está preparada para
una apertura y un despertar, sus dudas o incredulidad pueden desvanecerse ante
la claridad, profunda coherencia, e inconmensurable sabiduría de estos
mensajes. Así, los matices de escepticismo que podrían teñir de absurda a esta
imagen se esfuman ante la inmensa fuerza de lo sublime. Fuerza que haciendo
resonar las campanas de nuestra intuición se siente en lo más profundo de
nuestro corazón.
Personalmente, el brusco
desvanecimiento de la ilusión terrenal y el entendimiento de la naturaleza
multidimensional de todo lo que existe han ido acompañado de intensas
experiencias con energías de otra dimensión, sentidas de manera tan real como
puede sentirse el viento en la cara, además de profundos cambios internos en mi
persona. Cambios relacionados con una diferente percepción de mí misma y de la
realidad, lo cual se traduce inmediatamente a un cambio total en la forma en
que experimento la vida misma. El hecho de ser ahora consciente de lo que
ocurre detrás de bambalinas, me permite moverme por este escenario terrestre
con una clase de seguridad y confianza en mí misma, y en general por todo lo
que sucede a mí alrededor, que jamás antes había sentido ni había imaginado que
pudiera sentir.
Según mi percepción, la
transmutación interna que tiene lugar cuando uno cae a la rápida corriente del
crecimiento espiritual y comienza un trabajo consciente de sanación interior se
podría comparar al proceso de afinación de un instrumento musical. Con esta
comparación pretendo aclarar que, a pesar de que este proceso del despertar de
la consciencia implica inmensas transformaciones
personales, no estamos en realidad perdiendo algo propio o adquiriendo algo
nuevo, sino que simplemente vamos calibrando nuestra propia naturaleza
vibratoria para poder así entonar nuestro ser de luz con más bellas y refinadas
melodías.
He percibido claramente esta
sintonización con una nueva energía, el arribar con mi consciencia a un espacio
diferente de entendimiento, como un estado de paz y tranquila dicha profunda.
Un lugar en el que me siento mecida por el suave y sosegado movimiento de mi
energía interior, cuyas apacibles olas parecen permanecer siempre inmutables a
las turbulencias del mundo exterior; estado que no está en absoluto relacionado
con la apatía, sino por el contrario con un intenso fervor y un profundo
entusiasmo que, nacidos de ese punto central de equilibrio, parecen
manifestarse hacia el exterior con delicadeza y armonía.
Ésta percepción interior, este
manso pero intenso río de Amor que siento correr por dentro, es la mayor prueba
de la Verdad con la que cuento. Verdad que encuentro dentro mío y también en
todos lados a mi alrededor, ya que siento que se manifiesta vivamente en todo
aquello que respira vida en este mundo e incluso también en aquello que se
muestra inanimado. Una Verdad que en realidad considero que constituye todo
nuestro escenario, y que tan sólo buscamos como algo extraordinario porque
hemos dejado de percibirla al captar sólo una ilusión terrenal debajo del velo
que genera una consciencia sintonizada en la dualidad. Todo aquello que avive
mi esencia interior y que me haga sentir claramente el hálito de Dios, lleva para
mí el estigma de la Verdad.
La energía de Jeshua en estos
textos ha resonado en mi corazón con una extrema dulzura, difícil de describir
en detalle pero fácil de condensar en la única palabra Amor, tan simple y
cotidiana. Esta corriente de sabiduría, amor y verdad me ha llevado a un punto
desde el cual he observado con deleite el nuevo panorama en el que se posa mi
existencia. Un paisaje que ha extendido su horizonte hasta el infinito y en el
cual participa mi alma y mi esencia eterna; zambulléndose incontables veces a
la trama de la realidad física, en los ámbitos cósmicos más alejados de la
Fuente, para actuar una y otra vez en las diferentes arenas de este universo.
Y específicamente en este actual
escenario, en este remoto punto de la inmensidad material, me veo vida tras
vida caminando sobre el lomo de esta tierra, palpando a veces la aridez de sus
desiertos y otras veces la fresca humedad de sus bosques, libre en la vastedad
de sus planicies o contenida en la belleza de sus paisajes empinados; respirando
y haciendo propio, en estos diferentes marcos de cada vida, el aire particular
de mi entorno, el aroma de mi cultura y la especial fragancia de cada época.
Y entera y absolutamente sumida
en este sueño terrenal, me veo sometida al centelleo y a los vaivenes de mi
energía interior, representando así una y otra vez el cautivante y apasionado
drama de este mundo. Mundo cuyos escenarios hemos hecho vibrar con nuestras
vidas de carne y hueso, y que compilados uno tras otro levantan los muros de
esta humanidad. Una humanidad que hoy respira a través de cada ser humano, a
través de cada uno de nosotros quienes, habiendo venido desde tan lejos por los
andenes del tiempo y habiendo participado en los diversos pasajes de su obra,
caminamos otra vez sobre la Tierra.
Y así, siguiendo este largo
derrotero trazado en los jardines del universo material, nuestra alma se ha ido
pintando con los colores que las distintas emociones, pensamientos y
sentimientos fueron impregnando en ella a través de cada experiencia. Velados a
nuestra actual memoria pero impresos en la energía de nuestra alma se hallan
los registros energéticos de nuestra historia espiritual; un cuantioso cúmulo
de experiencias cuyos matices se han ido agregando vida tras vida a nuestro
cofre personal, y que hoy componen nuestro bagaje energético, nuestro perfil
espiritual.
Colores que en realidad definen
nuestro verdadero ser, y que se expresan hoy en nuestra vida actual dirigiendo
desde detrás de bambalinas nuestras conductas, modos de ser, sentir y pensar. Muchos
de estos rasgos internos podrían representar profundos traumas y heridas de
nuestra alma; vetas energéticas que asomando sus contornos a esta realidad
configuran el perfil de nuestra vida actual.
En este punto de nuestro
recorrido, llegando a este umbral trascendente de nuestra historia, se nos
descubren los ojos para que, con el foco de una consciencia expandida, podamos
vernos en un marco multidimensional. Percibiendo de este modo las raíces
espirituales de nuestro ser total, reconociendo los traumas emocionales que
llevamos impresos en él, y descubriendo también el oasis interior al cual
podemos acceder para nuestra total sanación.
Esta serie Sanación compila
aquellos mensajes a través de los cuales Jeshua, en una expresión mutua con las
energías de Pamela, toca temas fundamentales de nuestra existencia mostrándonos
los desequilibrios, traumas y heridas que llevamos individualmente o
colectivamente en nuestra matriz energética, y que se exteriorizan en aquellos
asuntos cotidianos: sexualidad, salud y enfermedad, relaciones familiares,
dinero, trabajo, etc. Así, el propósito de estos mensajes es iluminar, con una
consciencia Crística, todas aquellas heridas psicológicas y sus manifestaciones
emocionales: temor, angustia, cólera, etc. que encontramos durante el camino de
transición desde una consciencia basada en el ego a una consciencia basada en
el corazón (proceso descrito en profundidad en la primer serie de mensajes de
Jeshua llamada Trabajadores de la Luz), y que se han originado durante nuestra
prolongada adaptación a sistemas de creencia basados en el ego.
Heridas que a modo de bruma
cubren nuestros cimientos de luz, y que ahora necesitan ser sanadas para
permitirnos la completa integración de todos los aspectos de nuestro ser
multidimensional a esta realidad física; consiguiendo así que nuestros
destellos divinos comiencen a resplandecer en el amanecer de esta Nueva Era.
A través de estos mensajes,
Jeshua también nos muestra las herramientas que todos poseemos para cambiar en
nosotros mismos esos aspectos emocionales que nos apartan de nuestro centro y
del goce de vivir. El mensaje común que emerge en todos los temas abordados en
esta serie de canalizaciones es el que nos revela que la solución de nuestros
problemas no está fuera de nosotros sino que yace en nuestro interior. Lo cual
nos manifiesta el inmenso poder que todos poseemos, y nos hace ver que el
insinuar ser víctimas pequeñas y desvalidas en realidad representa una gran
ilusión; ilusión que se esfuma ante el poderoso foco de nuestra consciencia.
‘Yo tengo el poder para sanarme’,
‘Yo tengo el poder para crear la realidad que deseo’, éste es el mensaje para
nosotros.
A lo largo de mi proceso de
sanación he ido descubriendo que mi trono del poder personal se halla en un
espacio de verdadera y total aceptación de mí misma y de mi realidad, y no en
uno de lucha y negación. Aceptación que surge cuando soy capaz de ver el cuadro
completo de mi existencia y de interpretar la bella imagen de luces y sombras
revelada en él. Sombras que podrían significar aspectos dolorosos y
desagradables de mis experiencias en los ámbitos densos y alejados de la Fuente original
pero que, en la visión amplia y extensa que adquiero cuando me paro en lo alto
de la vibración crística, dan forma y sentido a la imagen que dibujan la
totalidad de mis vivencias en el rico y creativo campo de juego de la dualidad.
La luz de mi consciencia, que ha
iluminado y revelado mi constitución total, me ha hecho ver que en realidad
cuento en mi interior con una configuración invisible propia que me permite
permanecer en equilibrio y sostenerme por mí misma. De este modo, pude ir
soltándome, en la auto-confianza, de aquellos lazos, bastones o estructuras a
las que me mantenía aferrada con pavor, la mayor de las veces sin consciencia
de los temores subyacentes implícitos. Puntos de apoyo que existen en gran
variedad dentro de las estructuras de pensamiento y de sentimiento de nuestra
consciencia colectiva, y que a veces difícilmente reconocemos como tales:
dogmas, relaciones afectivas, prestigio, reconocimiento, poder, etc. Sostenes
en los que ya no necesitamos apoyarnos cuando somos capaces de eliminar las
vetas de emociones y traumas internos, originados en la ceguedad acerca de
nuestra verdadera naturaleza y de nuestro real poder.
Y así, asimilando la frescura y
la amorosa guía de estos maravillosos mensajes, y siguiendo a ningún otro
movimiento más que al mío interno propio, he ido y continúo transitando el a
veces arduo pero estimulante camino de la sanación interior.
En este proceso he experimentado
varios puntos bisagra de cambio. Uno de ellos ha estado relacionado con nuestro
niño interior, algo de lo que Jeshua nos habla a través de estos mensajes. Ese
niño que hemos olvidado y que está esperando pacientemente a que nos desprendamos
por nosotros mismos de las garras del ego, liberando así nuestros miedos y
ataduras, para poder expresar nuevamente su paradigma del corazón en esta
realidad física.
En algún lugar de mi alma he
conservado un hermoso recuerdo de cuando era niña. Imagen que trae a mi memoria
un radiante día de sol en el que me hallaba en el jardín de mi casa sintiéndome
profundamente conectada con toda la naturaleza que me rodeaba. Me echaba
entonces sobre el césped y me fascinaba al hallar pequeños insectos con extrañas
formas y matices, sobre todo aquellos con pintitas de colores, que pudieran
andar entre la gramilla.
Imaginaba entonces que yo era ese
pequeño insecto y miraba al mundo a través de él, hallándome así de repente en
una frondosa selva de enormes y altos árboles, en la cual a veces una enorme
cabeza nublaba el cielo y una inmensa criatura avanzaba demoliendo todo a su
paso. El sol tibio sobre la piel, los colores de las flores y el intenso
perfume de los frutales penetraban hasta lo más profundo de mi alma; como si
hubiese tenido enormes poros por los que se filtraba hacia mi interior el mundo
que me rodeaba, y al mismo tiempo yo me hubiese extendido por ellos más allá de
mi cuerpo, siendo el insecto, el árbol, la flor. Todo aquello resonaba dentro
de mí como un canto de alegría y plenitud.
Muchos años después, muy
distanciada de aquellos días, como una mujer adulta que corre apresurada por
esta vida empujada por las demandas cotidianas, había dejado olvidada a mi niña
interior en aquél recuerdo que ya ni evocaba. Por aquel entonces, la mayoría de
las veces, las frías lluvias de ansiedades, miedos y preocupaciones componían
mi desolado paisaje interior.
Pero uno de esos días, en el que
sol radiaba su energía con mucha fuerza e intensidad, sentí que ese paisaje
exterior se expresaba también dentro mío dándome una sensación de fresca luz
inundándome por dentro. Algo extrañada por ese repentino y casi olvidado
enardecimiento de mi llama interior, emprendí con más ímpetu que lo usual mis
tareas cotidianas. Subí así con apuro a mi auto, no tenía un minuto que perder.
Pero esta vez, un impulso me llevó a quitar algunos papeles que había en el
bolsillo de la puerta de mi auto.
Y al retirarlos, en el fondo de
ese bolsillo, mis ojos se toparon con una pequeño insecto con pintitas de
colores. En ese preciso instante aquella imagen paralizó todo mi ser. Y aquel
viejo recuerdo llegó entonces hasta mí tan vivo y tan real que el tiempo y el
espacio parecieron desintegrarse súbitamente, y ya no supe en realidad dónde me
hallaba ni cuál era mi edad. Abrasé entonces con toda la fuerza de mi ser a mi
pequeña niña interior, que llevaba tanto tiempo esperándome para poder asomar
nuevamente a esta realidad con sus ojos encendidos. Y así, con mi luz interior
a flor de piel, llena de júbilo e inundada por un dulce sentimiento, sentí
tener otra vez todos mis poros abiertos y pude nuevamente ver y sentir la
unidad, la maravilla y el amor que tanto abunda en cada rincón de este bello
mundo.
Esta experiencia, que podría
verse como insignificante o pequeña, en realidad ha sido para mí muy profunda y
significativa; ya que desde entonces comencé nuevamente a percibir y a expresar
en mí esa Verdad que intuitivamente siempre había buscado, y que de forma
simple y natural tan bien se manifiesta en los niños. Experiencia que
representa el encuentro con mi niña interior, y que guarda una profunda
relación con la sanación de mi alma.
En esta segunda serie, al igual
que en la primera, Jeshua también se destaca por la precisa descripción de
nuestras propias experiencias a lo largo de este sendero del desarrollo
espiritual. Lo cual nos hace sentir que no estamos solos en este proceso, y que
en verdad, tan cerca de cada uno de nosotros como nuestro propio aliento,
siempre ha estado y siempre está la amorosa energía de nuestro amado amigo y
hermano Jeshua.
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