Con el mismo alivio y sosiego de
un náufrago que encuentra tierra firme me he deleitado y he descansado en la
integridad, la calidez y la belleza de estos mensajes embebidos en Amor y
Verdad. La energía de Jeshua (Jesús) ha sido la costa segura, el sol cálido y
reconfortante y una voz sabia y amorosa que ha resonado en mi corazón con un
eco absolutamente familiar.
Sintonizar con la energía de
Jeshua, con la energía crística, con nuestra propia energía es como arribar
finalmente a una tierra paradisíaca plena de abundancia, belleza y armonía. Sólo con los ojos curiosos y
llenos de asombro de un niño podremos ver esta tierra llena de encantos, sólo
con autenticidad y sin máscaras podremos respirar este aire puro, y sólo con un
corazón dispuesto, valiente y sin ataduras podremos correr libres por sus
costas.
Muy alejada de esta tierra, en el
mar ignoto y vacilante de la dualidad terrenal, crecí con una certeza interior
de que había algo asombroso y magnífico por descubrir. Y esa certidumbre
parecía presionarme por dentro, hasta llegar al punto de desbordarse de mí como
un impulso infrenable a querer ver aquello que estaba oculto a nuestros ojos. A
veces este entusiasmo arrebatado se manifestaba en mí en la acción literal de
buscar ‘algo’ sin saber exactamente qué; entonces parecía liberar esa ansiedad
indagando en todos los armarios, cajones y baúles de mi casa hasta hallar algo
que me resultara interesante. Desde niña siempre sentí una tremenda curiosidad
por conocer aquello que escapa del rango de percepción humana; no sólo en el
ámbito de la realidad física, mundos macro y microscópicos, sino también en lo que
respecta a los temas metafísicos. Estaba aún en la escuela primaria cuando
descubrí la dicotomía y la discordancia entre ciencia y religión y comencé a
cuestionarme la verdad que había en ellas.
Mis experiencias en el ámbito de
la religión no fueron agradables en absoluto. Sentía una total resistencia a la
autoridad con que se me presentaba este dogma y una absoluta incredulidad por
su contenido. Entonces entré en una especie de guerra personal contra el dogma,
desafiándolo a darme respuestas verosímiles sobre la esencia humana y su
origen, así como también sobre un concepto aceptable de Dios. Pero después de
años de contienda con todas las clases de creencias religiosas, y hechizada por
las maravillas que me revelaba la ciencia pujante y expansiva, decidí que me
alistaría a las filas del conocimiento científico porque sentía por dentro que
ahí estaba lo maravilloso a descubrir. En esta disciplina volqué mi pasión
durante años.
Y en cuanto a lo metafísico,
llegué finalmente a la conclusión de que evidentemente había un Dios o ser
Superior en el universo, pero que el entendimiento sobre esto estaba totalmente
fuera del alcance de la comprensión humana. Me convencí a mí misma de que nunca
podríamos llegar a captar el significado de Dios con nuestras limitadas mentes
humanas; y de que todo lo manifestado con respecto a esto surgía simplemente de
la imaginación de seres de carne y hueso, y en muchos casos con intenciones
ocultas de manipulación, control y ejercicio del poder sobre los fieles. Por lo
tanto, di como concluida mi búsqueda en lo que a cuestiones espirituales se
refiere, sumándome al agnosticismo y sumergiéndome entonces de lleno en la
ciencia.
Por otro lado, la historia sobre
la vida de Jesús siempre dejó en mí un tierno sentimiento, y me he sentido
muchas veces embelesada por el carisma, por la determinación y por la fe
inquebrantable que mostró durante su vida, aptitudes que lo convirtieron en el
líder más trascendente de toda la historia de la humanidad. Durante mi
infancia, con frecuencia me sentía cautivada por su imagen y mensajes colmados
de amor. Recuerdo haberme detenido en instantes de introspección profunda y
sentir con mucha alegría una especial afinidad por Jesús, percibiendo entonces
una extraña y dulce cercanía hacia su ser.
Con los años la ciencia fue
perdiendo su poder de encanto sobre mí, y fui sintiendo que mi fuerza interior
se debilitaba paulatinamente en este ámbito. Entonces el mar vacilante pareció
embravecerse como nunca y me hallé a mí misma en el inmenso océano de lo incierto,
trastabillando en mi pequeña barca y sin tierra a la vista sobre el horizonte.
Durante la prolongada oscuridad
interior en la que osciló mi alma, mis esperanzas de hallar algo diferente a lo
conocido se desvanecieron totalmente y mi llama interior se debilitó. Me sentía
como un pintor a quien se le acabaron los óleos para siempre. Pero, entre la
desolación y el desánimo, un día descubrí que contaba en mi interior con un
ancla; un ancla que me conectaba a una tierra muy profunda y lejana pero firme.
Y entonces comencé un día a escribir. Y descubrí así, con total asombro, la
felicidad y el estado de arrobamiento que me provocaba establecer esa conexión
con mi ser interior; y volcar hacia fuera, a través de la expresión escrita, lo
que manifestaba una fuerza intensa y poderosa que emergía desde mis cimientos
más profundos. Había hallado algo asombroso dentro de mí, y sentía que mi
esencia brotaba como rosas sobre el asfalto gris de la razón, quebrantando la
estructura del pensamiento y embebiéndola en efluvios de luz.
Contando ahora con mi ancla, la
cual de tanto en tanto me daba un respiro para detener un poco mi derrotero
incierto, seguí navegando estoica por el mar extenso de mi vida. Y Así fui conducida por las
diferentes circunstancias que se fueron cruzando en mi camino; luchando casi
siempre, ya que esas circunstancias, la mayoría de las veces, parecían ser
bloqueos más que puertas de salida.
Hasta que un día, una inmensa luz
como de fuego, estampada en el cielo aún oscuro de la madrugada, descendió delante
de mis ojos mientras viajaba por una ruta desolada. La profundidad y la
intensidad de aquellos colores dorado y rojizo, tiñendo el campo al costado del
camino, me revelaban la veracidad de la existencia de algo aún desconocido por
la humanidad. Aquél suceso fue como el grito ‘Tierra’ para un barco perdido que
lleva mucho tiempo buscando una costa donde vararse.
En los años siguientes a ese
hecho asombroso, mi alma comenzó a ser sacudida por fuertes tempestades que
cubrieron el cielo y agitaron las aguas de mi vida por mucho tiempo. Crisis
económicas, trabajos insatisfactorios, problemas de pareja y demás infortunios
formaban parte del panorama que se me presentaba en aquella época. Y así fue
transcurriendo el tiempo, con mi vista lejana y prolongada hacia un horizonte
por demás de amplio y extenso, con la esperanza de que tal vez un día se
manifestase nuevamente aquella poderosa luz en el cielo. De vez en cuando mi
intuición me decía que debía indagar en aquel extraño fenómeno, que había algo
ahí que debía averiguar.
Jamás podría haber imaginado lo
que me aguardaba detrás de esa búsqueda. Aquella luz era el faro que indicaba
la costa. Y así fue como arribé, ya sin barca siquiera, como un náufrago, a las
cálidas playas de mi tierra interior. Entonces la energía del Hogar me abordó
de repente una noche impregnando todo mi ser, sacudiendo cada fibra de mi
cuerpo y cada rincón de mi alma. Pero a pesar de tener el cuerpo afiebrado y
agotado, sabía que estaba siendo sanada, clarificada y renovada por esa alta
vibración, y me sentía sumergida en una nube de paz y bienestar interior jamás
experimentado.
Con la comprensión, con el
entendimiento que había buscado durante toda mi vida, llegaron también el
sosiego y la alegría. La maravilla que se presentaba ante mis ojos superaba
todo lo posiblemente imaginado. El Hogar era una tierra cálida y bella, y me
deleitaba en respirar profundamente su aire puro y reconfortante. Descubrí que
la realidad se veía diferente desde esta vibración, como si me hubiese librado
de pronto de unas gafas oscuras que limitaban mi visión. La energía del Amor se
descubría en cada ángulo de la existencia, como si hubiese flores escondidas en
todos los rincones oscuros de la vida, o como si se viese titilar una luz
incluso dentro de las piedras. El flujo luminoso que emanaba desde la Fuente lo
impregnaba y lo constituía todo, y se concentraba en mi corazón desbordándose
también de él. Y a veces su intensidad era tal que sentía claramente esa
esencia viva encendida en mi pecho, dándome una sensación dulce de alegría y
plenitud.
La canalización de la energía
crística me ha hecho pasar por experiencias de los más intensas y asombrosas,
pero conduciéndome siempre a la expansión de mi consciencia y a un punto de paz
y quietud interior. Finalmente, lo maravilloso que
había buscado toda mi vida no estaba en el ámbito de la ciencia, ni en los
dogmas religiosos, tampoco en los armarios de mi casa, estaba dentro de mí.
Ésta es la ‘Tierra Crística’ que recién comienzo a explorar. Aquí se halla la
fuente de todo el conocimiento, la comprensión de nuestra esencia y de nuestra
relación con todo el universo. Aquí se halla la energía del Amor que a todos
nos pertenece. Aquí se descubre nuestra chispa de Dios. En esta tierra encontré
a Jeshua.
Ha sido un gran desafío para una
persona como yo, que había deambulado por los ámbitos del agnosticismo,
descubrir y sentir a Jeshua llegando a nosotros desde otro plano de realidad.
He tenido que pasar por intensas experiencias con energías de otra dimensión y
seguir la guía interior de mi intuición para despertar a esta verdad. Pero al
mismo tiempo, integrar nuevos aspectos de mi ser, descubrir y sentir esta
realidad y deleitarme en las maravillas que se nos revelan en estos tiempos
asombrosos de transición y cambio hacia una nueva era, me ha colmado de una
gran dicha.
Descubrir a Jeshua hablándonos
tan sabia y tiernamente, como nuestro maestro, hermano y amigo es una
experiencia sublime y sagrada. Con su energía inmensa, amorosa y colmada de
sabiduría llegando a nosotros nuestro corazón se abre, nuestro ser terrenal se
funde con nuestro ser divino y descubrimos entonces nuestra parte de Dios, de
Todo lo Que Es en nosotros mismos.
Jeshua comienza a hablarnos, a
través de Pamela Kribbe, en esta primera serie de mensajes, los cuales se
podrían definir con la palabra ‘expansión’. Nuestra consciencia se expande
asombrosamente a medida que vamos asimilando estas palabras; las cuales,
sobrepasando los límites de lo terrestre, de lo biológico y de la realidad
física, nos revelan una información sorprendente sobre los orígenes y evolución
de la humanidad y de la vida en la Tierra. Con inconmensurable sabiduría y
claridad, Jeshua nos lleva a la comprensión de esa génesis y del ciclo
individual y planetario desde una perspectiva multidimensional. Es desde un
plano amplio y elevado, sin espacio y sin tiempo, que vemos el cuadro completo
y descubrimos nuestra conexión, presente y eterna, con todo el universo, con
Dios y con todas las formas de vida.
Un nuevo portal hacia el universo
y hacia las dimensiones superiores está siendo ofrecido a la humanidad, pero
para entrar en él se requiere que incorporemos claramente en nuestra
consciencia la noción de alma, espíritu y Dios. Jeshua nos ayuda a pasar a
través de esta puerta, y a descubrir la misma chispa de luz pura o espíritu en
las diferentes formas de vida del universo. También es preciso expandir nuestra
consciencia para asimilar la información vertida sobre la naturaleza, historia,
características propias y misión en la tierra de aquellas almas llamadas
Trabajadores de la Luz. Dicha información, este nuevo foco sobre la vida
extraterrestre, desafía nuestra capacidad de abrir nuestras mentes y de
liberarnos de ideas y conceptos que pueden haberse arraigado firmemente dentro
de nuestra consciencia individual y colectiva.
Jeshua nos describe además el
profundo proceso del ‘despertar’. Nos habla del movimiento interno personal por
el que pasan muchas personas; aquellos quienes, liberando todas las formas de
pensamiento y sentimiento basados en el ego, están emergiendo a una nueva
consciencia basada en el corazón. La descripción precisa y exacta
de nuestras propias experiencias en este proceso, con todas sus implicancias,
es su rasgo distintivo. Jeshua indaga profundo en nuestros cuerpos mentales,
emocionales y espirituales para mostrarnos las raíces desconocidas y ocultas de
todos nuestros comportamientos, sentimientos y formas de pensamiento, que son
en definitiva los principales jugadores en este campo de experiencias de la
dualidad; expandiendo de esta manera nuestra consciencia también en lo que
respecta a la comprensión de la naturaleza humana.
La luz volcada sobre estos
aspectos de nuestra existencia es realmente un bálsamo para el alma. La nueva
visión de la vida enfocada en la consciencia y no en la materia significa un
salto abismal en nuestra evolución, que nos traslada a un espacio en el cual el
nuevo concepto y significado de la vida permite que emerjan otras conductas a
nivel individual y colectivo. Estas nuevas formas de ser están basadas en el
Amor incondicional, la Compasión y la Libertad y nacen desde un punto de
equilibrio interior que permite la conexión con la energía de Cristo.
Haber leído y asimilado estos
mensajes ha significado un cambio rotundo para mí, determinado por la expansión
de mi consciencia y por la comprensión de estas cuestiones existenciales, y
caracterizado por los matices de paz, armonía, esperanza y alegría que se han
agregado a mi vida. Paz y armonía, porque he llegado a comprender, con la
energía crística embebida en mi consciencia, el ciclo, el orden y el plan en el
que se halla entramada mi vida y también nuestra humanidad, a pesar del posible
caos o desorden aparente desde un punto de vista terrenal. Las situaciones que
estamos viviendo y aquellas por las que hemos pasado encajan en un esquema
perfecto desde esta nueva perspectiva, el cual tiene como único objetivo
nuestro crecimiento interior y aprendizaje. Esta visión le ha dado un nuevo
significado a mi vida; por lo tanto ahora ya no presiono sobre la realidad,
simplemente confío en ella dejándome llevar por el flujo de la vida.
Esperanza, por entender que la transformación
interior en cada uno de nosotros, la sintonización con la energía crística,
finalmente se trasladará a la consciencia colectiva de la humanidad, dando como resultado un mundo nuevo, el mundo por todos soñados. Y alegría, por comprender la magia
y maravilla de este universo, y por saber que tenemos toda clase de milagros al
alcance de nuestras manos si logramos abrazar esta Verdad que se nos ofrece.
Una verdad que siento yace en estos mensajes, no en la superficie de las
palabras mismas sino en la profundidad de la energía que hay detrás de ellas.
Ha sido con esta alegría y amor
que he realizado la traducción de estos mensajes de Jeshua, canalizados por
Pamela, sintiendo siempre conmigo una amable guía y una cálida energía, que
siento viene de Jeshua y de mi ser interior, de mi recientemente conquistada “Tierra
Crística”. Infinitamente y por siempre
agradecida a Pamela y a su esposo Gerrit por hacernos llegar, embebida también
en su propia energía, la luz de nuestro querido y siempre amado Jeshua.
Fuente: Jeshua Channelings
Traducción: Sandra Gusella
© Pamela Kribbe
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Traducción: Sandra Gusella
© Pamela Kribbe
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