miércoles, 25 de mayo de 2016

¿Quién es Jeshua?

¿Quién es Jeshua?

Jeshua, ¿Quién eres?

Yo soy aquel quien estuvo entre ustedes y a quien han conocido como Jesús.
Yo no soy el Jesús de su tradición de la iglesia o el Jesús de sus escrituras religiosas.
Yo soy Jeshua-ben-Joseph; yo he vivido como un hombre de carne y hueso.
Yo alcancé la conciencia Crística antes que ustedes, pero fui apoyado en esto por poderes que están actualmente más allá de su imaginación. Mi venida fue un evento cósmico – Yo me dispuse para eso.

No fue fácil. No tuve éxito en mis esfuerzos por transmitir a la gente la inmensidad del amor de Dios. Hubo mucho malentendido. Llegué muy temprano, pero alguien tenía que venir.

Mi llegada fue como arrojar una piedra en una gran piscina. Todos los peces huyeron y la piedra se hundió en lo profundo. Sin embargo, después de mucho tiempo, aún hay ondas perceptibles. Se podría decir que la clase de conciencia que yo quise transmitir, hizo su trabajo secretamente después de todo.

En la superficie de la piscina hubo constantes perturbaciones; bien intencionadas, pero las interpretaciones mal guiadas los llevaron a ustedes a encontrarse y pelear unos con otros en mi nombre.

Aquellos quienes fueron tocados por mi energía, motivados por el impulso de la energía Crística, no pudieron realmente integrarla con su realidad psicológica y física.

Ha pasado mucho tiempo antes de que la conciencia Crística pueda establecerse en la tierra. Pero ahora el tiempo ha llegado. Y yo he regresado y hablo a través de muchos, a través de todos y cada uno quien quiera oírme y haya logrado comprenderme desde la quietud de sus corazones.

Yo no predico ni juzgo. Mi esperanza sincera es hablarles de la inmensa e inagotable presencia de Amor, accesible a ustedes en todo momento.

Soy parte de una conciencia mucho más grande, una entidad más grande, pero yo, Jeshua, soy la parte encarnada de esa entidad (o campo de conciencia).

No me gusta mucho el nombre Jesús, porque éste ha sido enredado con una versión distorsionada de lo que yo represento. “Jesús” pertenece a las tradiciones y autoridades de la iglesia. Este ha sido moldeado para adaptarlo a los intereses de los patriarcas de la iglesia por siglos, tanto que la imagen impuesta de Jesús está ahora tan alejada de lo que yo represento, que realmente me complacería si ustedes tan solo pudieran dejarla ir y liberarme a mí de esa herencia.

Yo soy Jeshua, hombre de carne y hueso.
Yo soy su hermano y amigo.
Yo estoy familiarizado con ser humano en todos los aspectos.
Yo soy maestro y amigo.
No me teman. Abrácenme como ustedes abrazarían a uno de su familia.
Somos familia.

Jeshua, Jesús y Cristo


La energía Crística que yo he venido a ofrecerles tiene sus raíces en una energía colectiva que ha llegado más allá del mundo de la dualidad. Esto significa que ésta reconoce los opuestos de bien y mal, luz y oscuridad, dar y recibir, como los aspectos de una y la misma energía.

El vivir desde la realidad de la conciencia Crística significa que no hay lucha con nada.  Hay una completa aceptación de la realidad. Esta ausencia de lucha o resistencia es su principal característica. Ya que Cristo (o la energía Crística) reconoce los extremos de todos los pensamientos, sentimientos y acciones como la manifestación de una energía divina, no puede haber dualidad, ni juicio en el modo en que “él” (la energía crística) experimenta la realidad.

Permítanme darles un ejemplo aquí. Cuando el Cristo (la energía crística) en ustedes observa un conflicto armado entre personas, su corazón se lamenta por el destino de los abatidos, pero ella no juzga. Ella siente el dolor y la humillación con cada golpe, y su corazón está lleno de compasión, pero ella no juzga. Ella observa al atacante, aquél que porta el arma, quien tiene poder, quien inflige dolor, y ella siente... el odio y la amargura dentro de él, y su corazón se acongoja, pero ella no juzga. El corazón de Cristo abraza todo el espectáculo con profundo sentimiento de compasión, pero sin juicio, porque ella reconoce todos los aspectos como experiencias a través de las cuales ella misma ha pasado. Ella misma ha representado todos esos roles, de ofensor y víctima, de amo y esclavo, y ella ha llegado a comprender que ella no es ninguno de ellos, sino, aquella quien sustenta a ambos.

La energía Crística ha pasado a través de todas las energías de la dualidad. Se identifica a ella misma ahora con la oscuridad, luego con la luz, pero a través de todo, algo permanece igual. Y cuando ella reconoce esta “semejanza” sustentando todas sus experiencias, su conciencia obtiene una nueva clase de unidad: fue “cristificada”.

La energía cristificada fue la energía que yo vine a ofrecerles. Quién fui, es difícil de explicar. Trataré de hacerlo distinguiendo entre tres “identidades”: Jeshua, Jesús y Cristo. Yo, aquel que está ahora hablando, soy Jeshua. Yo fui el ser humano que sostuvo la energía Crística en mi encarnación sobre la Tierra. Esta energía también puede ser llamada Cristo. Jesús - en mi terminología - es el nombre para el hombre Dios quien fue el resultado de la infusión de energía Crística dentro de la realidad física y psicológica de Jeshua.

Esta energía Crística fue derramada dentro de Jeshua desde esferas de Luz que están – desde su punto de vista – localizadas en su futuro. Jesús fue el hombre que realizó milagros y citó profecías. Jesús fue un emisario de las esferas de luz, encarnado en mí. De hecho, él fue mi propio futuro. Jesús fue, desde mi perspectiva como el hombre Jeshua viviendo en la tierra, mi propio futuro, quien llegó a ser uno con la energía Crística. Debido a que el Cristo en él fue claramente presente y visible a muchas personas que lo rodeaban, él les pareció a ellos como divino.

Yo, Jeshua, fui un hombre de carne y hueso. El único, y en algún punto, aspecto artificial de la “construcción de Jesús” fue que yo recibí su/mi ser Crístico desde el futuro. Yo no llegué a ser cristificado en base a mi pasado y las experiencias en él. Yo no adquirí iluminación de una forma natural, sino por medio de la intervención como quien dice desde afuera, por una infusión de la energía de Cristo desde el futuro. Yo estuve de acuerdo en jugar este rol antes de comenzar este tiempo de vida. Yo estuve de acuerdo en ser ‘dominado’ por la presencia de Jesús, como un acto de servicio, y también por un profundo deseo de llegar a conocer la realidad de mis potenciales más profundos.

Jesús, mi propio futuro desde las esferas de luz, llegó a ser uno con la energía de Cristo. Sin embargo, él no representa la energía completa de Cristo aquí en la tierra, porque esta energía abarca más que Jesús. Él es una parte o célula de ésta. Cristo o la energía Crística (esto es más un campo de energía que una entidad personal) es un colectivo de energía el cual tiene muchos aspectos o “células”, los cuales están cooperando de tal modo que funcionan como un solo “organismo”. Todas las células realizan una contribución única a la totalidad y se sienten a sí mismas como individuos mientras que también son parte de la totalidad.

Uno podría llamar a estos diferentes aspectos de la energía de Cristo ángeles o arcángeles. Es característico de los ángeles el hecho de que ellos tengan un sentido de individualidad tanto como un alto grado de desprendimiento, el cual les permite sentirse uno con energías colectivas y estar feliz en su servicio. La idea de (arc) ángel es aclarada en la parte X de las series de los Trabajadores de la luz.

Misión de Jesús en la tierra


Jesús fue una energía del futuro quien vino a la tierra a traer iluminación y conocimiento a la humanidad. Él vino desde otro mundo o incluso dimensión, y trajo con él la elevada energía de esta realidad. La conciencia de su propio Gran Ser permaneció intacta mientras encarnó en la tierra. Debido a su presencia en mí, Jeshua, yo pude comprender fácilmente la flexibilidad de las leyes de la materia y “realizar milagros”.

La razón por la que Jesús/Jeshua personalmente vino a la tierra fue la de crear una apertura o portal hacia un diferente estado de conciencia. Yo quise poner un ejemplo de las posibilidades que están disponibles para cada ser humano.

En las esferas de la luz desde donde Jesús vino, se percibió que la tierra se dirigía hacia una dirección que podría terminar en una gran oscuridad y propia alienación para las almas involucradas en el experimento de la tierra. Se decidió que se entregaría un impulso poderoso para el cambio, el cual podría claramente mostrarles a los seres humanos las oportunidades disponibles para ellos. Al enviar la energía personal de Jesús, nosotros quisimos sostener un espejo a los seres humanos y recordarles de su propio origen divino y los potenciales dormidos que ellos llevan dentro. Los potenciales para la paz, la libertad y la maestría sobre ustedes mismos.

Cada ser humano es el maestro de su propia realidad. Ustedes están creando su propia realidad todo el tiempo. Ustedes son capaces de dejar ir una realidad miserable o insatisfactoria y de permitir que la Luz entre y transforme su creación. El hombre es su propio maestro, pero él tiende a entregar su poder a autoridades externas quienes claman saber la verdad y querer lo mejor para ustedes. Esto sucede en política, medicina, educación, etc. También, su “industria del entretenimiento” está llena de falsas imágenes acerca de la felicidad, éxito y belleza, las cuales sólo sirven a aquellos que las construyen. ¿Han pensado ustedes alguna vez cuánto dinero se gasta en crear imágenes? En los medios, los periódicos, las películas, en la radio y en la televisión, las imágenes son difundidas todo el tiempo. ¿De dónde vienen éstas imágenes? ¿Por qué están ahí? ¿Quiénes las diseñan?

Las imágenes son el significado del poder ejercido sobre la gente. Las imágenes pueden volver a la gente servil y desconectada de sus verdaderas necesidades, sin hacer uso de la fuerza física o la violencia. Las imágenes pueden hacer que la gente voluntariamente entregue su propio poder y autoestima. Éstas los engañan de tal modo que ustedes no necesitan ser forzados violentamente a algo; ustedes llegan a aceptar los valores retratados por la imagen como si fueran propios y actúan acordemente. Esto es lo que podríamos llamar control mental invisible y se yergue sobre sus sociedades occidentales ‘libres’.

La función de la Luz es primeramente traer claridad, conciencia y transparencia a las estructuras invisibles de pensamiento y sentimiento que configuran su vida. Luz es lo opuesto al control mental. Donde la Luz entra a la realidad, quiebra los límites del mero poder y autoridad y desbarata a las jerarquías basadas en eso. Ésta saca a la luz el abuso de poder y libera a la gente de desilusiones e ilusiones que quitan su poder de autodeterminación.

Jesús fue una amenaza para el orden imperante en el tiempo que él vivió. Pero lo que él le contó a la gente y directamente lo que él irradió, hizo que las estructuras de poder sean vistas por lo que realmente eran. Esto fue insoportable e inaceptable para la jerarquía existente.

El rol de Trabajador de la Luz (Lightworker), que tomó Jesús, fue pesado; especialmente para mí, Jeshua, el ser humano que aceptó acarrear esta intensa, brillante energía en mi tiempo de vida. Yo, Jeshua, fui casi ensombrecido por la fuerza de la presencia de Jesús, ¡la presencia de mi propio futuro!  Aunque ésta me llenó de gran intuición, amor e inspiración, fue casi un desafío físico acarrear o “sostener” su energía. Yo no pude realmente integrar su energía en mi ser físico –las células en mi cuerpo ‘no estaban listas’ para ello aún – por lo tanto en un nivel físico mi cuerpo quedó exhausto al acarrear estas intensas energías de Luz.

Aparte del aspecto físico, también hubo una carga psicológica al llevar la energía de Cristo. Fue muy duro para mí observar que la naturaleza de la energía de Cristo era frecuentemente mal comprendida, incluso por mis más cercanos amigos o ‘discípulos’. Como el ser humano que yo era, algunas veces llegué a desesperar y a dudar del valor del camino que había tomado. Yo sentía que el mundo no estaba preparado para la energía Crística. Yo sentía que su esencia no era reconocida. Jesús fue realmente un pionero en su tiempo.


Resultados de la llegada de Jesús a la tierra


Con la llegada de Jesús a la tierra, una semilla fue plantada. Fue la semilla de la energía de Cristo. La gente fue conmovida por lo que dije e hice, e inconscientemente, al nivel del alma, ellos reconocieron la energía de Cristo. En lo profundo dentro de sus almas, una memoria fue excitada. Algo fue tocado y puesto en movimiento.

En la superficie, en el nivel de lo que puede ser visto y sentido en el mundo físico, mi venida creó mucha conmoción. En virtud de la ley de la dualidad, la poderosa infusión de Luz crea una reacción poderosa en la Oscuridad. Esto es solo una cuestión de lógica. La Luz provoca confrontación. Ésta quiere quebrar estructuras de poder y dejar las energías prisioneras en libertad. La Oscuridad es la energía que quiere suprimir y controlar. Por lo tanto estas dos energías tienen intereses opuestos. Donde una gana en poder, la otra devolverá el golpe para defenderse y recuperar balance. Así, mi venida a la tierra también generó mucha batalla y violencia, como una reacción en contra a la Luz que yo vine a esparcir.

La persecución de mis seguidores, los primeros Cristianos, es un ejemplo de esta reacción en contra. Pero los Cristianos mismos, los fundadores de la Iglesia, no evitaron la violencia tampoco en su propósito de esparcir mis enseñanzas. Piensen en las cruzadas y en la inquisición. En el nombre de Cristo, han sido ejecutados los más barbáricos hechos de oscuridad, tanto por Cristianos como por no Cristianos.

Los maestros de la Luz, quienes decidieron enviarme como un emisario a la tierra, fueron conscientes del hecho de que la energía intensa y sin precedentes de Jesús podría invocar fuertes reacciones de la oscuridad. Jesús penetró en la realidad de la tierra como un cometa. Fue una clase de medida de emergencia desde las esferas de luz, desde energías que estaban profundamente preocupadas por la tierra y sus habitantes. Fue un último intento de desviar la dirección por la cual la tierra estaba siendo conducida, un modo de interrumpir ciclos de ignorancia y destrucción que se mantenían repitiéndose.

Los resultados fueron ambiguos. Por un lado, la Luz de Jesús invocó mucha Oscuridad (en el modo de reacción en contra). Por otro lado, la semilla de la consciencia de Cristo fue plantada en los corazones de un número de personas. Una importante razón para mi venida fue despertar las almas trabajadoras de la luz en la tierra. (Ver el otro material canalizado para una explicación de la idea de trabajador de la luz). Ellos serían más sensitivos y receptivos a mi energía, aunque muchos también llegaron a perderse en la densidad y oscuridad del plano terrestre. Los Trabajadores de la Luz son en realidad emisarios de la Luz con la misma misión que Jesús.

La diferencia es que en su encarnación en su cuerpo físico, ellos están menos conectados a su más amplio Ser divino de lo que yo estuve. Ellos están más sujetos a la carga kármica e ilusiones del plano terrestre. Ellos están más ligados al pasado. Con la encarnación de Jesús, ocurrió algo especial. Jesús no trajo ninguna carga kármica del pasado y pudo de este modo estar más fácilmente en contacto con su divinidad. Él estuvo aquí en una manera artificial de algún modo, una presencia desde el futuro, estando aquí y allá al mismo tiempo.

La consciencia de los seres de Luz, quienes conjuntamente decidieron ‘insertar’ la energía de Jesús dentro de la realidad terrestre en aquel tiempo, no era perfecta ni conocedora de todo. Todo ser consciente está en un proceso de desarrollo y conocimiento de sí mismo en todo momento. Entre los humanos, hay una creencia persistente de que todo está predestinado por un plan divino; detrás de esta creencia está la noción de un Dios dominante y omnisciente. Esta noción es falsa. No hay predestinación por una fuerza exterior. Solo hay probabilidades, las cuales son el resultado de elecciones internas que ustedes mismos hacen. Mi llegada a la tierra estuvo basada en una decisión tomada por una energía colectiva de luz, de la cual Jesús fue parte. Fue una decisión que involucró riesgos y un resultado impredecible.

La energía colectiva de la cual estoy hablando es una realidad angélica que está profundamente conectada a la humanidad y a la tierra porque ella ayudó a crear al hombre y a la tierra. En realidad, ustedes son parte de ella y no están separados de ella en absoluto, pero estamos hablando ahora multidimensionalmente, por ejemplo, a un nivel de consciencia que está fuera de su marco lineal de tiempo. En otra dimensión o marco de tiempo, ustedes son los ángeles que integran las esferas de luz, de las cuales Jesús descendió a la tierra. (Ver parte X de la serie de los Trabajadores de la Luz para una explicación profunda de multidimensionalidad y su naturaleza angélica). Ustedes –trabajadores de la luz- están mucho más interconectados con ‘el evento de Jesús’, esta infusión de energía Crística en la tierra, de lo que ustedes suponen. En cierto modo fue un esfuerzo colectivo, al cual todos ustedes contribuyeron, y del cual yo Jeshua fui el representante físico visible.

Ustedes están interpretando mal mi mensaje. Yo deseé y todavía deseo invitarlos a ustedes a creer en ustedes mismos, a encontrar la verdad dentro de sus propios corazones, y a no creer en ninguna autoridad fuera de ustedes. Irónicamente, la religión oficial Cristiana me ha colocado fuera de su realidad como una autoridad a adorar y a obedecer. Esto es completamente lo opuesto de lo que yo intenté hacer. Yo quise mostrarles que ustedes mismos pueden ser un Cristo viviente. Yo les pido ahora que reconozcan al Cristo interior, y que me devuelvan a mí mi humanidad. Yo soy Jeshua, hombre de carne y hueso, y verdaderamente un amigo y un hermano de todos ustedes.

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Traducción: Sandra Gusella
© Pamela Kribbe

martes, 24 de mayo de 2016

Introducción a la Serie de los Trabajadores de la Luz

Serie de los Trabajadores de la Luz

Con el mismo alivio y sosiego de un náufrago que encuentra tierra firme me he deleitado y he descansado en la integridad, la calidez y la belleza de estos mensajes embebidos en Amor y Verdad. La energía de Jeshua (Jesús) ha sido la costa segura, el sol cálido y reconfortante y una voz sabia y amorosa que ha resonado en mi corazón con un eco absolutamente familiar.

Sintonizar con la energía de Jeshua, con la energía crística, con nuestra propia energía es como arribar finalmente a una tierra paradisíaca plena de abundancia, belleza y armonía. Sólo con los ojos curiosos y llenos de asombro de un niño podremos ver esta tierra llena de encantos, sólo con autenticidad y sin máscaras podremos respirar este aire puro, y sólo con un corazón dispuesto, valiente y sin ataduras podremos correr libres por sus costas.

Muy alejada de esta tierra, en el mar ignoto y vacilante de la dualidad terrenal, crecí con una certeza interior de que había algo asombroso y magnífico por descubrir. Y esa certidumbre parecía presionarme por dentro, hasta llegar al punto de desbordarse de mí como un impulso infrenable a querer ver aquello que estaba oculto a nuestros ojos. A veces este entusiasmo arrebatado se manifestaba en mí en la acción literal de buscar ‘algo’ sin saber exactamente qué; entonces parecía liberar esa ansiedad indagando en todos los armarios, cajones y baúles de mi casa hasta hallar algo que me resultara interesante. Desde niña siempre sentí una tremenda curiosidad por conocer aquello que escapa del rango de percepción humana; no sólo en el ámbito de la realidad física, mundos macro y microscópicos, sino también en lo que respecta a los temas metafísicos. Estaba aún en la escuela primaria cuando descubrí la dicotomía y la discordancia entre ciencia y religión y comencé a cuestionarme la verdad que había en ellas.

Mis experiencias en el ámbito de la religión no fueron agradables en absoluto. Sentía una total resistencia a la autoridad con que se me presentaba este dogma y una absoluta incredulidad por su contenido. Entonces entré en una especie de guerra personal contra el dogma, desafiándolo a darme respuestas verosímiles sobre la esencia humana y su origen, así como también sobre un concepto aceptable de Dios. Pero después de años de contienda con todas las clases de creencias religiosas, y hechizada por las maravillas que me revelaba la ciencia pujante y expansiva, decidí que me alistaría a las filas del conocimiento científico porque sentía por dentro que ahí estaba lo maravilloso a descubrir. En esta disciplina volqué mi pasión durante años.

Y en cuanto a lo metafísico, llegué finalmente a la conclusión de que evidentemente había un Dios o ser Superior en el universo, pero que el entendimiento sobre esto estaba totalmente fuera del alcance de la comprensión humana. Me convencí a mí misma de que nunca podríamos llegar a captar el significado de Dios con nuestras limitadas mentes humanas; y de que todo lo manifestado con respecto a esto surgía simplemente de la imaginación de seres de carne y hueso, y en muchos casos con intenciones ocultas de manipulación, control y ejercicio del poder sobre los fieles. Por lo tanto, di como concluida mi búsqueda en lo que a cuestiones espirituales se refiere, sumándome al agnosticismo y sumergiéndome entonces de lleno en la ciencia.

Por otro lado, la historia sobre la vida de Jesús siempre dejó en mí un tierno sentimiento, y me he sentido muchas veces embelesada por el carisma, por la determinación y por la fe inquebrantable que mostró durante su vida, aptitudes que lo convirtieron en el líder más trascendente de toda la historia de la humanidad. Durante mi infancia, con frecuencia me sentía cautivada por su imagen y mensajes colmados de amor. Recuerdo haberme detenido en instantes de introspección profunda y sentir con mucha alegría una especial afinidad por Jesús, percibiendo entonces una extraña y dulce cercanía hacia su ser.

Con los años la ciencia fue perdiendo su poder de encanto sobre mí, y fui sintiendo que mi fuerza interior se debilitaba paulatinamente en este ámbito. Entonces el mar vacilante pareció embravecerse como nunca y me hallé a mí misma en el inmenso océano de lo incierto, trastabillando en mi pequeña barca y sin tierra a la vista sobre el horizonte.

Durante la prolongada oscuridad interior en la que osciló mi alma, mis esperanzas de hallar algo diferente a lo conocido se desvanecieron totalmente y mi llama interior se debilitó. Me sentía como un pintor a quien se le acabaron los óleos para siempre. Pero, entre la desolación y el desánimo, un día descubrí que contaba en mi interior con un ancla; un ancla que me conectaba a una tierra muy profunda y lejana pero firme. Y entonces comencé un día a escribir. Y descubrí así, con total asombro, la felicidad y el estado de arrobamiento que me provocaba establecer esa conexión con mi ser interior; y volcar hacia fuera, a través de la expresión escrita, lo que manifestaba una fuerza intensa y poderosa que emergía desde mis cimientos más profundos. Había hallado algo asombroso dentro de mí, y sentía que mi esencia brotaba como rosas sobre el asfalto gris de la razón, quebrantando la estructura del pensamiento y embebiéndola en efluvios de luz.

Contando ahora con mi ancla, la cual de tanto en tanto me daba un respiro para detener un poco mi derrotero incierto, seguí navegando estoica por el mar extenso de mi vida. Y Así fui conducida por las diferentes circunstancias que se fueron cruzando en mi camino; luchando casi siempre, ya que esas circunstancias, la mayoría de las veces, parecían ser bloqueos más que puertas de salida.

Hasta que un día, una inmensa luz como de fuego, estampada en el cielo aún oscuro de la madrugada, descendió delante de mis ojos mientras viajaba por una ruta desolada. La profundidad y la intensidad de aquellos colores dorado y rojizo, tiñendo el campo al costado del camino, me revelaban la veracidad de la existencia de algo aún desconocido por la humanidad. Aquél suceso fue como el grito ‘Tierra’ para un barco perdido que lleva mucho tiempo buscando una costa donde vararse.

En los años siguientes a ese hecho asombroso, mi alma comenzó a ser sacudida por fuertes tempestades que cubrieron el cielo y agitaron las aguas de mi vida por mucho tiempo. Crisis económicas, trabajos insatisfactorios, problemas de pareja y demás infortunios formaban parte del panorama que se me presentaba en aquella época. Y así fue transcurriendo el tiempo, con mi vista lejana y prolongada hacia un horizonte por demás de amplio y extenso, con la esperanza de que tal vez un día se manifestase nuevamente aquella poderosa luz en el cielo. De vez en cuando mi intuición me decía que debía indagar en aquel extraño fenómeno, que había algo ahí que debía averiguar.

Jamás podría haber imaginado lo que me aguardaba detrás de esa búsqueda. Aquella luz era el faro que indicaba la costa. Y así fue como arribé, ya sin barca siquiera, como un náufrago, a las cálidas playas de mi tierra interior. Entonces la energía del Hogar me abordó de repente una noche impregnando todo mi ser, sacudiendo cada fibra de mi cuerpo y cada rincón de mi alma. Pero a pesar de tener el cuerpo afiebrado y agotado, sabía que estaba siendo sanada, clarificada y renovada por esa alta vibración, y me sentía sumergida en una nube de paz y bienestar interior jamás experimentado.

Con la comprensión, con el entendimiento que había buscado durante toda mi vida, llegaron también el sosiego y la alegría. La maravilla que se presentaba ante mis ojos superaba todo lo posiblemente imaginado. El Hogar era una tierra cálida y bella, y me deleitaba en respirar profundamente su aire puro y reconfortante. Descubrí que la realidad se veía diferente desde esta vibración, como si me hubiese librado de pronto de unas gafas oscuras que limitaban mi visión. La energía del Amor se descubría en cada ángulo de la existencia, como si hubiese flores escondidas en todos los rincones oscuros de la vida, o como si se viese titilar una luz incluso dentro de las piedras. El flujo luminoso que emanaba desde la Fuente lo impregnaba y lo constituía todo, y se concentraba en mi corazón desbordándose también de él. Y a veces su intensidad era tal que sentía claramente esa esencia viva encendida en mi pecho, dándome una sensación dulce de alegría y plenitud.

La canalización de la energía crística me ha hecho pasar por experiencias de los más intensas y asombrosas, pero conduciéndome siempre a la expansión de mi consciencia y a un punto de paz y quietud interior. Finalmente, lo maravilloso que había buscado toda mi vida no estaba en el ámbito de la ciencia, ni en los dogmas religiosos, tampoco en los armarios de mi casa, estaba dentro de mí. Ésta es la ‘Tierra Crística’ que recién comienzo a explorar. Aquí se halla la fuente de todo el conocimiento, la comprensión de nuestra esencia y de nuestra relación con todo el universo. Aquí se halla la energía del Amor que a todos nos pertenece. Aquí se descubre nuestra chispa de Dios. En esta tierra encontré a Jeshua.

Ha sido un gran desafío para una persona como yo, que había deambulado por los ámbitos del agnosticismo, descubrir y sentir a Jeshua llegando a nosotros desde otro plano de realidad. He tenido que pasar por intensas experiencias con energías de otra dimensión y seguir la guía interior de mi intuición para despertar a esta verdad. Pero al mismo tiempo, integrar nuevos aspectos de mi ser, descubrir y sentir esta realidad y deleitarme en las maravillas que se nos revelan en estos tiempos asombrosos de transición y cambio hacia una nueva era, me ha colmado de una gran dicha.

Descubrir a Jeshua hablándonos tan sabia y tiernamente, como nuestro maestro, hermano y amigo es una experiencia sublime y sagrada. Con su energía inmensa, amorosa y colmada de sabiduría llegando a nosotros nuestro corazón se abre, nuestro ser terrenal se funde con nuestro ser divino y descubrimos entonces nuestra parte de Dios, de Todo lo Que Es en nosotros mismos. 

Jeshua comienza a hablarnos, a través de Pamela Kribbe, en esta primera serie de mensajes, los cuales se podrían definir con la palabra ‘expansión’. Nuestra consciencia se expande asombrosamente a medida que vamos asimilando estas palabras; las cuales, sobrepasando los límites de lo terrestre, de lo biológico y de la realidad física, nos revelan una información sorprendente sobre los orígenes y evolución de la humanidad y de la vida en la Tierra. Con inconmensurable sabiduría y claridad, Jeshua nos lleva a la comprensión de esa génesis y del ciclo individual y planetario desde una perspectiva multidimensional. Es desde un plano amplio y elevado, sin espacio y sin tiempo, que vemos el cuadro completo y descubrimos nuestra conexión, presente y eterna, con todo el universo, con Dios y con todas las formas de vida.

Un nuevo portal hacia el universo y hacia las dimensiones superiores está siendo ofrecido a la humanidad, pero para entrar en él se requiere que incorporemos claramente en nuestra consciencia la noción de alma, espíritu y Dios. Jeshua nos ayuda a pasar a través de esta puerta, y a descubrir la misma chispa de luz pura o espíritu en las diferentes formas de vida del universo. También es preciso expandir nuestra consciencia para asimilar la información vertida sobre la naturaleza, historia, características propias y misión en la tierra de aquellas almas llamadas Trabajadores de la Luz. Dicha información, este nuevo foco sobre la vida extraterrestre, desafía nuestra capacidad de abrir nuestras mentes y de liberarnos de ideas y conceptos que pueden haberse arraigado firmemente dentro de nuestra consciencia individual y colectiva.

Jeshua nos describe además el profundo proceso del ‘despertar’. Nos habla del movimiento interno personal por el que pasan muchas personas; aquellos quienes, liberando todas las formas de pensamiento y sentimiento basados en el ego, están emergiendo a una nueva consciencia basada en el corazón. La descripción precisa y exacta de nuestras propias experiencias en este proceso, con todas sus implicancias, es su rasgo distintivo. Jeshua indaga profundo en nuestros cuerpos mentales, emocionales y espirituales para mostrarnos las raíces desconocidas y ocultas de todos nuestros comportamientos, sentimientos y formas de pensamiento, que son en definitiva los principales jugadores en este campo de experiencias de la dualidad; expandiendo de esta manera nuestra consciencia también en lo que respecta a la comprensión de la naturaleza humana.

La luz volcada sobre estos aspectos de nuestra existencia es realmente un bálsamo para el alma. La nueva visión de la vida enfocada en la consciencia y no en la materia significa un salto abismal en nuestra evolución, que nos traslada a un espacio en el cual el nuevo concepto y significado de la vida permite que emerjan otras conductas a nivel individual y colectivo. Estas nuevas formas de ser están basadas en el Amor incondicional, la Compasión y la Libertad y nacen desde un punto de equilibrio interior que permite la conexión con la energía de Cristo.

Haber leído y asimilado estos mensajes ha significado un cambio rotundo para mí, determinado por la expansión de mi consciencia y por la comprensión de estas cuestiones existenciales, y caracterizado por los matices de paz, armonía, esperanza y alegría que se han agregado a mi vida. Paz y armonía, porque he llegado a comprender, con la energía crística embebida en mi consciencia, el ciclo, el orden y el plan en el que se halla entramada mi vida y también nuestra humanidad, a pesar del posible caos o desorden aparente desde un punto de vista terrenal. Las situaciones que estamos viviendo y aquellas por las que hemos pasado encajan en un esquema perfecto desde esta nueva perspectiva, el cual tiene como único objetivo nuestro crecimiento interior y aprendizaje. Esta visión le ha dado un nuevo significado a mi vida; por lo tanto ahora ya no presiono sobre la realidad, simplemente confío en ella dejándome llevar por el flujo de la vida.

Esperanza, por entender que la transformación interior en cada uno de nosotros, la sintonización con la energía crística, finalmente se trasladará a la consciencia colectiva de la humanidad, dando como resultado un mundo nuevo, el mundo por todos soñados. Y alegría, por comprender la magia y maravilla de este universo, y por saber que tenemos toda clase de milagros al alcance de nuestras manos si logramos abrazar esta Verdad que se nos ofrece. Una verdad que siento yace en estos mensajes, no en la superficie de las palabras mismas sino en la profundidad de la energía que hay detrás de ellas.

Ha sido con esta alegría y amor que he realizado la traducción de estos mensajes de Jeshua, canalizados por Pamela, sintiendo siempre conmigo una amable guía y una cálida energía, que siento viene de Jeshua y de mi ser interior, de mi recientemente conquistada “Tierra Crística”. Infinitamente y por siempre agradecida a Pamela y a su esposo Gerrit por hacernos llegar, embebida también en su propia energía, la luz de nuestro querido y siempre amado Jeshua.

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Fuente: Jeshua Channelings
Traducción: Sandra Gusella
© Pamela Kribbe